lunes, 26 de febrero de 2018

Libreta de un Poeta Torturado #1: Café

Aquel tenue resplandor del lunes, entrando por la ventana de la cafetería, es el punto de partida para la reflexión que ahora tiene cabida.


Un 
cómodo silencio interrumpido de a quince segundos por minuto -a veces mas- y un aroma que penetra en los sentidos del mas adepto -o a veces menos-. Y en la mesa de la esquina, la misma de siempre, da lugar mi encuentro habitual conmigo mismo. He de pensar que esto seria un momento agradable... y lo es, pero a la vez no. Verán, estar aquí hoy, estar aquí ahora, lo conlleva una vida de levantarme excesivamente temprano cada mañana, una vida de tomar previsiones ante mas que seguras adversidades, de cumplir con responsabilidades que algunas personas en otras situaciones no se imaginan nunca cumplir, de dormir una cantidad insulsa de horas cada noche, e incluso menos ocasionalmente, pero nunca demás.



Y la pura, purita verdad es que amaría esta vida de no ser porque vivo muy lejos de Caracas, la ciudad capital y venir cada mañana es un lío de proporciones colosales. Una vida como esta crea hábitos, por supuesto, y la absoluta estrella en una vida de hábitos como esta, no puede ser sino oscura y amarga, aunque a veces suave y dulce, con un aroma característico e inconfundible y solo hirviendo, de otra forma inaceptable: El Café.


Como si una bestia de antiguas mitologias se tratase, le doy la bienvenida a los terrenos mas 
allá de mi mandíbula, con lentitud y respeto, con extrema moderación, dejando que el calor combata el frió de la madrugada que ahora corre por mi cuerpo entero, a la vez que me dejo embriagar por el aroma que ahora recorre mis vías respiratorias y llena mis pulmones de euforia.


Pero el poder de esta sustancia, de esta bestia en forma liquida, va mucho mas 
allá. Antes de siquiera darse cuenta y de manera tan natural como respirar, parpadear, o incluso tener una erección, la tranquilidad que domina mi cuerpo va completando su metamorfosis en energía, en la fuerza que recorre mis neuronas y las activa, poniendolas en postura de combate y haciendolas trabajar sin siquiera yo lo pida. Para bien o para mal...


El café me hace pensar en todo lo que tengo, en todo lo que perdí, me hace celebrar la vida y añorar la muerte, sentirme a gusto con lo que soy y preguntarme que hay mas allá de la frontera. Me hace darme cuenta soy lo mejor que siempre seré... y que puedo ser aun mejor de lo que soy. Beber mi café es tener una conversación conmigo mismo mas larga que la vida, viajar en el tiempo y ver mis encarnaciones pasadas y futuras en un viaje trascendental que solo podría plasmar Steven Spielberg en sus mejores díasFrank Sinatra en un fin de semana lento, Y Leonardo Da Vinci en una mañana de Domingo con resaca.


Es la 
combinación ideal del alucinógeno mas maldito con la carga moral de un fin de semana con los abuelos que nunca ves y la euforia de una aventura amorosa y sexual con esa persona que estuviste persiguiendo y que al final vas a botar por venganza.



¿Droga? Si. ¿Podría matarme? Como no. ¿Con azucar? Dos por favor.